Incendios famosos en la historia
. El incendio de la Gran
Biblioteca de Alejandría ( 48 A.C )
Atribución del incendio a Julio César....Suele afirmarse, equivocadamente, que el primero de todos los ataques contra la Biblioteca de Alejandría fue el perpetrado por los romanos: Julio César, en persecución de Pompeyo, derrotado en Farsalia, arribó a Egipto para encontrarse con que su antiguo compañero y yerno había sido asesinado por orden de Potino, el visir del rey Ptolomeo XIII Filópator, para congraciarse con su persona. Egipto padecía una guerra civil por la sucesión del trono, y pronto César se inclinó a favor de la hermana del rey, Cleopatra VII. Consciente de que no podría derrotar a Roma, pero sí a César, y ganarse la gratitud de sus rivales en el Senado, Potino le declaró la guerra. El 9 de noviembre del 48 a. C., las tropas egipcias, comandadas por un general mercenario llamado Aquila (antiguo centurión), asediaron a César en el palacio real de la ciudad e intentaron capturar las naves romanas en el puerto. En medio de los combates, teas incendiarias fueron lanzadas por orden de César contra la flota egipcia, reduciéndola a las llamas en pocas horas. El propio Julio César indicó en su Bellum Alexandrinum que la ciudad apenas si se vio afectada por el fuego, "por estar construidos los edificios sin maderas en que pueda cebarse el fuego".
No obstante, por algunas fuentes clásicas puede parecer que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, cercanos al puerto. Séneca confirma en su De tranquilitate animi la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente («quadraginta milia librorum Alexandriae arserunt»), citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V esta cifra en su Historiarum adversum paganos: «...al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios...» Dión Casio alude a la destrucción de los almacenes (apothekai) del puerto, algunos de los cuales contenían rollos. Por su parte, Plutarco de Queronea es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre, y no sólo un descalabro parcial. Sin embargo, tan tajante afirmación de Plutarco acerca del incendio de la Biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de término griego bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de «biblioteca» para significar «colección de libros» (como la Biblioteca histórica de Diodoro Sículo). Entretanto, «biblioteca» se designaría como apothekai tôn bibliôn (literalmente: 'almacén de libros'), y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión. Aulo Gelio, y el muy posterior Amiano Marcelino aportaron una información similar a la anterior, siendo víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.
Se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos en el incendio del año 48 a. C. Los famosos 400.000 tomos que habrían ardido fueron en realidad 40.000, depositados en almacenes del puerto, probablemente en espera de ser catalogados para la Biblioteca, o para su exportación a Roma, tal como indican el Bellum Alexadrinum, Séneca y Dión Casio.
No obstante, por algunas fuentes clásicas puede parecer que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, cercanos al puerto. Séneca confirma en su De tranquilitate animi la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente («quadraginta milia librorum Alexandriae arserunt»), citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V esta cifra en su Historiarum adversum paganos: «...al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios...» Dión Casio alude a la destrucción de los almacenes (apothekai) del puerto, algunos de los cuales contenían rollos. Por su parte, Plutarco de Queronea es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre, y no sólo un descalabro parcial. Sin embargo, tan tajante afirmación de Plutarco acerca del incendio de la Biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de término griego bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de «biblioteca» para significar «colección de libros» (como la Biblioteca histórica de Diodoro Sículo). Entretanto, «biblioteca» se designaría como apothekai tôn bibliôn (literalmente: 'almacén de libros'), y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión. Aulo Gelio, y el muy posterior Amiano Marcelino aportaron una información similar a la anterior, siendo víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.
Se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos en el incendio del año 48 a. C. Los famosos 400.000 tomos que habrían ardido fueron en realidad 40.000, depositados en almacenes del puerto, probablemente en espera de ser catalogados para la Biblioteca, o para su exportación a Roma, tal como indican el Bellum Alexadrinum, Séneca y Dión Casio.
El incendio del Hindenburg ( 1937 )
El LZ 129 Hindenburg fue un dirigible alemán destruido a causa de un incendio cuando aterrizaba en Nueva Jersey el 6 de mayo de 1937, causando la muerte a un total de 35 personas (alrededor de un tercio de los pasajeros). El accidente fue ampliamente cubierto por los medios de la época y supuso el fin de los dirigibles como medio de transporte.
El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el Hindenburg se acercó a la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey), después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque.
A las 19:25, mientras el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre, se observó a popa un destello de fuego de San Telmo, que son chispas extensas e inermes de electricidad estática (había habido una tormenta eléctrica y el aire estaba cargado eléctricamente). Repentinamente, se prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15 m y marinos que ayudaban en las maniobras. Quedó destruido por completo en menos de 40 s y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo hasta que fue vendido como chatarra.
El desastre es recordado por la extraordinaria cobertura mediática, a través de películas, fotos, y especialmente, de la narración radiofónica de Herbert Morrison desde el lugar del accidente. La presencia de tantos periodistas se debía al anunciado primer vuelo transatlántico para pasajeros que llegaba a suelo estadounidense en aquel año. La narración de Morrison no fue difundida hasta el día siguiente. Aun así, se convirtió pronto en una de las más recordadas de la historia, con la memorable expresión «¡Oh, la humanidad!» («Oh, the humanity!»), que desde entonces quedó ligada al recuerdo del desastre.
A pesar de lo impactante del desastre, de las 97 personas que había a bordo sólo 35 murieron, la mayoría de ellas quemadas o aplastadas bajo la estructura. En concreto, de los 36 pasajeros y 61 personas de la tripulación, 13 y 22 personas murieron, respectivamente. Muchos de los tripulantes y pasajeros se salvaron gracias a la rotura de los tanques de agua, que cayó sobre ellos, salvándoles de las llamas.
El 6 de mayo de 1937, tras haber cruzado el Atlántico, el Hindenburg se acercó a la base de amarre en la Estación Aeronaval de Lakehurst (Nueva Jersey), después de esperar varias horas a que el tiempo tormentoso le permitiera las maniobras de atraque.
A las 19:25, mientras el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre, se observó a popa un destello de fuego de San Telmo, que son chispas extensas e inermes de electricidad estática (había habido una tormenta eléctrica y el aire estaba cargado eléctricamente). Repentinamente, se prendió fuego en la parte superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde una altura de 15 m y marinos que ayudaban en las maniobras. Quedó destruido por completo en menos de 40 s y su esqueleto permaneció largo tiempo en el suelo hasta que fue vendido como chatarra.
El desastre es recordado por la extraordinaria cobertura mediática, a través de películas, fotos, y especialmente, de la narración radiofónica de Herbert Morrison desde el lugar del accidente. La presencia de tantos periodistas se debía al anunciado primer vuelo transatlántico para pasajeros que llegaba a suelo estadounidense en aquel año. La narración de Morrison no fue difundida hasta el día siguiente. Aun así, se convirtió pronto en una de las más recordadas de la historia, con la memorable expresión «¡Oh, la humanidad!» («Oh, the humanity!»), que desde entonces quedó ligada al recuerdo del desastre.
A pesar de lo impactante del desastre, de las 97 personas que había a bordo sólo 35 murieron, la mayoría de ellas quemadas o aplastadas bajo la estructura. En concreto, de los 36 pasajeros y 61 personas de la tripulación, 13 y 22 personas murieron, respectivamente. Muchos de los tripulantes y pasajeros se salvaron gracias a la rotura de los tanques de agua, que cayó sobre ellos, salvándoles de las llamas.
Durante cinco días, Roma fue consumida por el fuego ante los ojos de Nerón,
el emperador de la época. Según el historiador Tácito, de los catorce distritos
de la ciudad, cuatro fueron completamente devastados y otros siete quedaron
severamente dañados. Luego del incendio, muchos cristianos fueron perseguidos
pues Nerón los culpó de haber iniciado el fuego.
Londres 1666
El incendio de 1666 ha quedado registrado en la historia del Reino Unido
como el más devastador de dicho país. Con un total de dos días de duración, el
incendio destruyó 13.200 casas, 87 iglesias y decenas de edificaciones
importantes para la ciudad. Aunque en su momento la cifra oficial de muertos
arrojaba un total de seis finados, hoy se sabe que en esa lista no figuraba la
gente pobre. Además, los expertos aseguran que, por la intensidad del fuego,
muchos cuerpos pueden haberse reducido a cenizas literalmente, por lo que
tampoco fueron contabilizados. Los problemas sociales y económicos originados
por el desastre fueron abrumadores.
El 21 de septiembre de 1776, las fuerzas británicas ocuparon la ciudad de
Nueva York. Ese mismo día, un incendió estalló en la ciudad y los fuertes
vientos extendieron rápidamente las llamas entre las edificaciones. Al
culminar, el incendio había consumido entre 400 y 500 edificios, un cuarto de
la ciudad. Se dice que el incendio fue ocasionado por rebeldes estadounidenses
quienes preferían ver a su ciudad hecha cenizas antes que bajo el poder inglés.
Londres 1212
Con un total de 3,000 personas muertas, El gran incendio de Southwark
destruyó la tercera parte de la capital inglesa, la cual se encontraba
construida de madera. Uno de los episodios más recordados de este gran incendio
fue la destrucción del Puente de Londres, ícono de la ciudad. Es importante
resaltar que esta ciudad se ha incendiado un promedio de 12 veces, lo cual la
convierte en la ciudad más veces incendiada de la historia. Definitivamente,
los londinenses tardaron en aprender de su pasado.
5. Tokio 1923
5. Tokio 1923
El 1 de septiembre de 1923, un sismo de 7,8 grados azotó la ciudad de
Tokio. 105.385 personas murieron y otras 37.000 fueron dadas como
desaparecidas. Muchas de las víctimas perecieron a causa de los 88 incendios
ocasionados por el sismo y que se extendieron rápidamente a toda la ciudad,
gracias a vientos de un tifón. El fuego duró dos días y destruyó 570.000 de
hogares.
San Francisco 1906
El 18 de abril de 1906, un fuerte terremoto azotó San Francisco. Como
consecuencia, se inicio un incendio que devastó la ciudad. El principal
problema fue la muerte de Dennis Sullivan, el jefe de los bomberos, quien
falleció a causa del sismo. Sin él, los hombres de rojo no supieron que hacer
para controlar las llamas y solo lograron avivar el fuego. Además, una mala
jugada del gobierno los había dejado sin las herramientas necesarias para
desarrollar una mejor función ante tremenda catástrofe. 3.000 personas muertas
y 25.000 edificios destruidos fueron parte de todo el dolor que el incendio
dejó a esta ciudad.
El 8 de octubre de 1871, un establo de madera sucumbía ante el fuego.
Minutos más tarde, todo Chicago se había convertido en un verdadero incendio.
300 muertos, 100.000 personas sin hogar, 17.000 edificios destruidos y una
pérdida de 200 millones de dólares fueron el resultado de esta catástrofe.
Cuando el fuego estuvo controlado, se inició la reconstrucción de la ciudad.
Así aparecieron los armazones de acero, los rascacielos y las grandes ventanas
horizontales que han convertido a Chicago en una ícono mundial de la
arquitectura moderna
El haber devastado el centro de Boston y varios de los distritos
financieros de la ciudad convierte al incendio de 1872 en uno de los peores
registrados por los Estados Unidos. Como resultado del incendio, millones de
ciudadanos quedaron sin trabajo, cientos de negocios tuvieron que cerrar y doce
compañías se vieron obligadas a declararse en banca rota. 776 edificaciones y
20 personas se convirtieron en ceniza.
Un buque que cargaba 2,300 toneladas de un químico altamente inflamable
explotó cerca a la ciudad de Texas en 1947. Inmediatamente, un incendio
consumió la ciudad y dejó un aproximado de 600 personas muertas y 1,000
edificaciones destruidas.
El incendió se inició el 16 de diciembre de 1835 y se extendió gracias a
los vientos. Los bomberos tuvieron dificultades para obtener agua pues la
temperatura (-27 ºC) la congelaba antes que ésta pudiera salir de la pólvora.
Aunque solo murieron dos personas, el fuego destruyó entre 530 y 700 edificios
ubicados en 17 manzanas de la ciudad. Gracias a que el incendio tuvo lugar en
pleno auge económico neoyorquino, la polis se reconstruyó rápidamente y hubo
una reforma en los servicios de bomberos, suministros de agua, etc., que
ayudaron a que el incendio de 1835 fuera el último de la ciudad.
Peshtigo, Wisconsin 1871
Peshtigo, Wisconsin 1871
Aunque el número oficial de muertes ocasionadas por este incendio es
desconocido, muchos aseguran que la cifra superaría las 2.500 víctimas. El
pueblo de Peshtigo fue el más afectado por el incendio, pues perdió a la
mayoría de sus 1,700 habitantes. Quienes no fueron alcanzados por las llamas,
se arrojaron a ríos y lagos para salvar sus vidas. Luego, morirían de
hipotermia.
El 6 de diciembre de 1917, el buque francés Mont-Blanc dejó su lugar de
anclaje para unirse a un convoy que se estaba formando en Bedford Basin. Al
mismo tiempo, el buque noruego IMO salía del Bassin con destino a Nueva York. A
las 8:45 de la mañana, ambos buques se estrellaron e incendiaron incendiaron.
Minutos después, el Mont-Blanc (cargado con materiales inflamables) explotó y
muchos de sus trozos volaron a la ciudad, la cual colapsó bajo las llamas. Más
de 3.000 personas murieron y 1.630 edificios quedaron completamente destruidos.
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